Soutomanco: Habanero y Pantelas

Cuenta la leyenda que en lo más denso de la Bocaribeira de Trasalba, en el ángulo formado por los valles del Miño y del Barbantiño había un Souto (castañal) custodiado por un Pointer Inglés y administrado por un hombre manco.

 

Las leyendas tienen poco de realidad y mucho de misticismo. Lo cierto es que ni el perro era de raza tan solemne ni su gestor manco. Habanero y Pantelas.

O Pantelas, como lo conocían en el pueblo era un hombre huraño, terco, parco en palabras y solitario. Su única compañía era su perro de caza que, aunque con rasgos de pointer, no era otro que un perdiguero versátil que sólo respondía a su llamada.

Pantelas le tenía la misma devoción a su amigo como a aquella fotografía ajada que colgaba de la pared de la única estancia de su casa. El retrato carcomido por la humedad y el tiempo dejaba ver a una sensual cubana a quien Pantelas le juró amor y promesas. Fruto de este sueño que se veía malogrado, bautizó al can como Habanero.

Durante décadas se habló de las hazañas del manco, hasta tal punto, que las madres amedrentaban a sus vástagos con una letanía recalcitrante: “__ como no te portes bien, va a venir el Pantelas y te va a llevar.” Nada que ver.

Nuestro protagonista sufría de artrosis que le afectaba principalmente al dedo meñique y anular de la mano izquierda. Diestro de nacimiento su “movilidad reducida” no impedía en absoluto el disparo certero a la perdiz.

Pero Pantelas conocedor del miedo que infundía, se regodeaba en él. “__Cazador de una sola mano, imaginad lo que haría con las dos”, alardeaba.

Habanero, único sabedor de las mentiras de su dueño, dejaba solícito las piezas en casa y regresaba a la parte alta del Souto donde vigilaba que ningún forastero entrometido descubriese el dislate. Son muchas y variadas las hazañas del Pantelas y Habanero, tanto que hasta el mismísimo Otero Pedrayo escribió sobre él:

“N-estas terras traballou, n-estas parés esborralladas viviu un home feito de traxedia, tanto mais fonda e forte canto seu héroe nunca se deu conta do papel que lle tocou na vida”.

Aunque, sin querer desacreditar al ilustre escritor, en esto último no estamos de acuerdo. Si el héroe de Pantelas era Habanero, bien era conocedor del papel de su dueño.

Lo que no sabían ninguno de los dos es que la leyenda no sólo iba a dar nombre a la pequeña parroquia de Trasalba: Soutomanco, si no también a un vino nuevo de viejas cepas: Terras Mancas. Y, si de papel hablamos, hoy es Habanero quien custodia todas nuestras etiquetas. ¿Sabéis por qué?

Porque sabe guardar secretos. Como el que Terras Mancas esconde dentro de la botella. Ese que sólo se revela en la copa ante honorables paladares.